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Cochambre inaudita: 28/08/05

miércoles, agosto 31, 2005

Los niños jugando solos.

Desde el balcón del hotel disfrutaba de dos vistas que me quitaban de vez en cuando la atención del libro: una ,era la vista hacia la derecha que más me relajaba, el ir y venir de las olas en la playa; otra, la visión de un jardín de una villa a la izquierda, con un césped muy bien cuidado, una piscina pequeñita y unos niños entrando y saliendo de ella. Me había sentado a leer en esa hora de la siesta en que no tenía sueño mientras los demás dormían. Hacía fresquito porque había llovido y era maravilloso estar allí aspirando esa brisa del mar. Me concentré durante unas pocas páginas en la historia narrada y no necesitaba nada más. Estaba encantada de estar allí, en ese momento. Relajada, de buen humor, sensible a la belleza del entorno. Si miraba a la derecha y dejaba vagar mi mirada a lo lejos, en ese azul grisáceo sentía que mis pensamientos se irían lejos, navegando por esas aguas color cobalto, sin detenerse, como con prisa por llegar a alguna parte sólida y gritasen un "tierra a la vista" a modo de conquistadores de otros mundos y otras gentes. Pero vuelta a la lectura tras el paréntesis contemplativo y de ensoñación giré la cabeza tras oír unos gritos de bebé semejante a los de mi hija cuando se caía inesperadamente en el parque y que gemía de dolor y desconsuelo. -Venga,Sebas, agarra a tu hermano que se ha pegado un trompazo con el triciclo. -¿Qué te pasa, chiquitín, qué pasa, mi niño? -Anda, déjame a mí, ven con tu hermano mayor. -Si nadie le ha hecho nada, es que se ha chocado con este flotador... Eran cuatro niños que andaban jugando en bañador por el césped. Dos como de cinco o seis años, un tercero de aproximadamente nueve. El que se había caído del triciclo tendría unos dos años o quizás menos. Allí nadie salió a ver qué pasaba. La casa estaba cerrada a cal y canto. Los niños en el jardín y la piscina a unos metros. -Sebas, ¿vienes a bañarte? -No, tengo que vigilar a Dieguito, que el pobre se acaba de hacer un chichón. -Pues por eso, échale agua de la piscina. - No, deja, id vosotros. -¿Se pasa, Diego? ¿A que ya no duele la cabeza...? "Sana sanita, culito de rana" El niño cogido en brazos se reía y cuando su hermano le hacía alguna tontería, imitaba caras graciosas o le hacía cosquillas se carcajeaba y volvía a querer subirse en el triciclo. Me reía yo también y seguía los juegos de los otros dos en la piscina y los veía tiritar cuando andaban corriendo uno tras el otro para secarse. Los dejé en esa guisa cuando las mías propias empezaron a dar señales de vida: una llorando asustada por algún mal sueño de la siesta. La otra diciendo que cuándo nos íbamos a bañar a la playa, que ella quería bañarse ya. Entre consolar a una y quitar a la otra la tontería de ir a la playa, casi lloviendo, se me olvidaron los otros niños jugando solos.

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