Desconocido.

Tenía la apariencia severa, la mirada más dura que jamás había visto. Un rostro impenetrable, de verdad. Allí no habría habido nunca lugar para la alegría. Y las arrugas que se amontonaban en su rostro enjuto y seco segurísimo que no fueron causadas por una risa cristalina y bulliciosa. Nunca hablaba con la gente cuando coincidía en el parque con ancianos que daban su eterno paseo"vamos a dar otro par de vueltas al parque, que todavía no aprieta el calor". Él caminaba erguido, elegante, con porte de marqués. No sabía a qué se dedicó en su vida profesional, pero adivinaba por sus hechuras que agricultor no había sido, ni oficinista , ni herrero, ni carpintero, ni mucho menos dependiente de comercio. Era una incógnita difícil de solucionar. No le conocía ni a él ni a los que iban a su vera, dando paseos y charlando de lo que se les iba ocurriendo en el trayecto. Nunca me atrevería a hablar con esa persona de aspecto tan antipático. Y ¿qué le podía preguntar, si me atreviera? ¿Por la vida que le procuró ese aspecto mezquino, ese porte altivo, ese estar displicente ante el mundo? No merecía la pena planteárselo. Pasado medio año, en enero, hubo un entierro que tuve que presenciar desde la plaza en la que estaba esperando a una amiga. La gente iba en masa a la iglesia, y se veía mucho movimiento de gente forastera, mucho luto y muchos cochazos por ahí aparcados. No me imaginaba en absoluto que tuviera algo que ver con ese hombre desconocido del parque. Al pasar oí un comentario y me quedé mirando a la que lo emitía despreocupada:" Venga,date prisa que cojamos sitio, que va a venir hasta el Presidente y lo sacarán en las noticias. ¿Y tú eres pariente de Francisco o es tu marido? " "Soy yo, pero no nos llevábamos, hace años nos hizo la última jugarreta, el muy tacaño, anda p´allá, usurero, que era un usurero, Dios le perdone..."