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Cochambre inaudita: 11/02/07

sábado, febrero 17, 2007

Mañana examen.

Ayer nos tuvieron que poner un examen extra. Nadie estaba haciendo nada en la clase, quien más quien menos estaba atendiendo al profesor, como siempre. Yo no entendía mucho de lo que explicaba. Que si el sintagma adjetival, que si el nominal, el adverbial. Todo ese rollo que suelta desde una semana para acá. La sintaxis me mata, es superior a mis fuerzas. No me entero de qué va todo ese rollazo y creo que nunca me enteraré. Pero como me queda ya poco para los dieciséis años, y me las piro de aquí, pues tampoco me agobio. Yo escucho como quien oye llover y no le preocupa en absoluto. Pues de repente, estando en eso de los sintagmas, dale que te pego, alguien dio al dichoso móvil y salió una cancioncita de Bisbal, la de "Quien me lo iba a decir". Todos a partirse de la risa, cayéndonos por los suelos y con un escándalo de muerte. Sí, de muerte, porque el profesores quedó blanco, más blanco que la tiza que sostenía en su mano derecha. Puso una cara que me dio miedo. Se sentó tranquilamente en su butaca y desde allí no hacía más que mirarnos con esa cara. Todos estábamos aterrados, menos el tonto de Ismael que pedía permiso para ir al servicio añadiendo, cosa inusual en él "por favor, que no me aguanto". El profesor le dijo de buenas manera que no, que se quedara en su sitio sin rechistar. No hacía más que mirarnos uno a uno, y todos bajando la vista, sin saber qué decir. Para qué íbamos a decir que no habíamos sido si todos nos habíamos reído con la estupidez del de la musiquita, que seguro que fue Sara. O su compañero Isra que como se va a quitar del instituto también pronto, quiere despedirse a lo grande. Cualquiera de los de la fila del fondo pudo ser, porque anda que Vero no da castigo en todas las clases, con su amiga Inma. Molestias y más molestias para que los demás no se enteren de nada, ni atiendan, ni puedan aprender lo que los profesores están explicando. Ya sabemos que van a degüello y no pararán hasta haberse ido del instituto. Total, tenemos que estar aquí, pues a divertirnos como podemos, dicen con grandes risotadas en el recreo. Yo no hago lo que hacen ellos, pero voy a parar al mismo saco. Mi madre dice que la tutora cuando habla con ella, siempre insiste en que no aprovechamos las horas de clase y no hacemos más que incordiar y ser bordes. No hace distingos entre ellos y yo y eso me saca de mis casillas. Por eso no la puedo ver, me estomaga tanta simpleza por parte de ella. Todos vamos a ser lo mismo. Yo no quiero aprender más, de acuerdo, pero no se me ocurre molestar en las clases, dejo que otros lo aprendan. No me porto tan mal como los de la juerga permanente del fondo de la clase, que no traen ni material, ni libros ni nada. Solo se traen su grosería y malas maneras con los demás, sean profesores o alumnos. Yo no soy de ellos y también me desprecian. Me llaman "la quiero y no puedo", como si estuviera tonta perdida y no me diera cuenta de la mala baba que se gastan. Bueno, peores cosas dicen de mí Sara, Isra y la metomentodo de Inma. No puedo ni verlos. Y va a ser una buena liberación para mí salir por la puerta del instituto y no verlos más. De los profesores también me llevaré el recuerdo de no haber querido conocerme, ni entenderme. Ninguno me ha ayudado porque no he pedido ayuda nunca. Me he aislado en la clase por no querer llamar la atención ni de los más listos, que habrían pensado que yo era tonta de remate, ni de los más gamberros, porque habrían dicho que iba de pelota de los profesores. Ahí he estado yo, entre unos y otros y siempre perdiendo el tiempo en todos estos años de enseñanza obligatoria. El profesor nos tuvo por espacio de veinte minutos en ese plan de miradas. Al final se calmaría y diría lo que todos esperábamos: examen para mañana. Lo que tenía que haber explicado en la pizarra también entraba, y que viniera Bisbal a ayudarnos con lo de los sintagmas que no entendíamos. Nadie rechistó y recogieron en silencio los libros para la clase de música. Salimos como nunca de silenciosos y él cerró la puerta con llave. Le pedí disculpas muy bajito al pasar a su lado por el pasillo, y me miró con ojos momentáneamente tristes. Creo que ninguno más se hubiera atrevido a hacer lo que yo sola hice. Claro que ninguno de ellos va cumplir los dieciséis el próximo viernes.

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