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Cochambre inaudita: 30/07/06

miércoles, agosto 02, 2006

Ella era pedante y miraba a su interlocutor con tal aire de suficiencia que daba grima. No los tuve delante mucho tiempo, afortunadamente, pero lo que pude escucharles me dejaba perpleja. ¿Se podía ofender más y mejor a una persona que se mostraba feliz por el reencuentro y le preguntaba por todos y acerca de todo? Ella muy digna y altiva iba dando cuenta de unos y otros, como si estuviera rellenando despreocupadamente un cuestionario largo y extenuante para sus nervios. Los estaba también perdiendo por momento, cada vez que el pobre abría la boca con otra nueva pregunta. A ver si esta vez también se la sabía esta sabia de pacotilla, me dije cada vez más sorprendida por el tono displicente que iba adoptando la mujer; una mujer de unos cincuenta años muy bien adoctrinados en que no iban a pasar nunca de los treinta y pocos. Iba tan impecable y a la moda más rabiosa que tenías que fijarte en ella a la fuerza. Todos los accesorios de un muestrario los llevaba consigo. Horror vacui, me dije según la miraba de reojo. Su interlocutor preguntón tendría unos setenta años que parecían ochenta: iba con un bastón, muy cargado de hombros, nariz muy aguileña, pelo completamente blanco y escaseando en algunas partes de su cabeza. Muy atildado, como si quisiera prolongar el dandismo más allá de lo permitido. El hilito de bigote encima del labio superior le daba un aire un poco antiguo y nostálgico, a lo Errol Flynn. Debían tener suma confianza, porque después de la perorata de la que todo se sabía a la perfección, la -niña -más -lista -de -la -clase -de -antes -de -Maricastaña-, se despidieron con un abrazo y unos sonoros besos que quedaron estampados en la cara del pobre anciano como prueba de que había visto a Purita y sus labios color fucsia.

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