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Cochambre inaudita: Fuimos al teatro

lunes, febrero 09, 2009

Fuimos al teatro

Delante de mis colegas tuvo que irme a preguntar. "Vamos, qué rollo más grande, un peñazo, profe, no había quien lo aguantara" Nos estábamos preparando a la salida del teatro para el regreso en el autobús escolar. Habíamos madrugado de lo lindo y se veía a las claras que alguno había echado por fin un sueñecito de verdad entre escena y escena, a pesar de los alaridos que daban algunos actores en determinadas escenas. Yo no, me había concentrado a conciencia en la historia que se estaba representado y para nada dejé que mis ojos se cerraran en la oscuridad. En vilo estuve durante una hora, no sólo por saber el final de aquella tragedia, sino por el desarrollo tan interesante que mostraba a unos buenos actores haciendo estupendamente su papel de amigos pendencieros, bravos y un tanto macarras. Me interesé desde el principio y ya no me pude dormir, evidentemente. Luiscar cerró las persianas de sus ojos y no llegó a roncar de purito milagro. Qué mala bestia es. Ni siente ni padece, el infeliz. Pues a la salida no dijo que quería comprar chucherías para ir comiendo en el autobús, sabiendo que se la jugaba pero bien, que el tal Faustino se la tiene jurada desde que le pilló fumando en los asientos del final en otro viaje de estos. Faustino es borde pero tenía toda la razón del mundo, si fuera mi coche le haría igual, ni humo ni pipas, vamos hombre...Animalito de bellota. La profe acertó con el comentario pero para qué se lanzó a preguntar por lo que nadie le había pedido. Y yo fui el más tonto de entrar al trapo y soltarle lo que no era verdad, pero mis colegas estaban presente, las niñas por allí revoloteando y había que soltar la parida como fuera, no iba a quedar como un empollón que no era, y se pitorrearan poco de mí esas cursis de Natalia, Olga y Gemma. Las tres juntitas muy atentas a ver qué le contestábamos a la dichosa señorita de las narices. Sí se quedaron un poco sorprendidas y miraron su cara, menudo corte sintió cuando me oyó decir que era un tostón. Ella se esperaba que nos iba a encantar el teatro clásico solo porque habíamos estado en silencio absoluto en la sala y atendiendo, que eso sí que era novedad en nuestra clase. Que alguien atendiera en una clase de literatura, que no hay quien entienda nada del verso. Vamos, antiguallas que te crió y nosotros sin rechistar. Pero de ahí que reconozcamos públicamente que no estaba mal la obra, entre colegas y amiguitas es mucho pedir... Estos profesores no hacen más que poner el listoón muy alto a sus alumnos, y así no nos podemos poner de acuerdo con ellos. Qué se habrán creído.

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