La tienda nueva de debajo de casa.

No podía creerlo, si eso era un garaje la última vez que estuve aquí. Habían puesto una tienda de esas en que todo se vende y todo lo quieres comprar con necesidad imperiosa. Miró el escaparate y estaba abarrotado de objetos de decoración, ropa, zapatos, bolsos de todos los tamaños y colores, etc. Era sábado por la tarde y habían cerrado. Lástima que no pudiera echar un vistazo rápido. Aquello se veía enorme tras los cristales del amplio escaparate. Cuando subímos a casa y dejamos los besos y abrazos de recibimiento, empecé a preguntar por esa novedad ,que me había sorprendido nada más poner el pie en tierra. ¿Cómo no me lo habíais contado? Bueno, habría tanto para contar de cosas como estas; hay todos los días una tienda nueva, un pub ,algo que se abre y que ,con toda la crisis que hay, ninguno cierra... El lunes salímos a comprar unos zapatos .Después de tomar una coca-cola en la plaza ,en el sitio de siempre y dejarlos allí para irme sola a ver algunas compras más, llegué cansada , cargada hasta los topes. No me importó: entré en la tienda nueva debajo de casa y allí me di un par de vueltas. Tenía los dos brazos ocupados por lo que tenía que observar buenamente como podía. Eso me libró de llevarme un bolso hortera ,que era de plástico horripilante ,pero que visto de lejos parecía un Gucci ,por lo menos. Ah, pero de lo que no me escapé fue de unas chanclas ,de todos los colores que añadí a mi colección de paquetes de los brazos, siempre claro está de haber pasado por la caja, donde estaba el dueño absoluto de todo aquello: un comerciante árabe emprendedor que ya tenía tres o cuatro multitiendas de esas por la ciudad y que se ponía al pie del cañón y no se dormía en los laureles. Sonreía irónicamente tras el mostrador y me tendía la bolsa con las chanclas, pensando :"Otra que no ha sabido quedarse con un color y se las lleva todas".