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Cochambre inaudita: 29/10/06

jueves, noviembre 02, 2006

Equivocaciones.

Con ella me fui a la clase después de la clase de educación física, a penúltima hora. Me daba mucho corte ir a su lado después de que me riñera repetidamente a lo largo de la clase. "¿No puedes dejar de hacer ruidos molestos durante el partido?", me preguntó la primera vez. Luego sólo tuvo que pronunciar dos veces mi nombre enfadada. Me había sentado con Pedro, el Chivas, que como tenía la pierna escayolada no podía hacer educación física y allí estaba incordiando como el que más. Nos estábamos divirtiendo mano a mano sentados en el banco y metiéndonos con la gente en un descuido de la profesora. Hasta que me vio vociferar como un energúmeno y me lo hizo saber. Creía que me iba a poner un parte, pero fue solo un aviso de los muchos que me suele hacer. Y mira por donde, cuando se había terminado la clase y esperábamos que abriera la puerta del polideportivo para irnos a la siguiente clase, empezó a llover otra vez a mares, como cuando habíamos venido al "poli". "¡El paraguas!, ya me he olvidado el paraguas en las espalderas..." "Vete a por él. Te espero aquí en la puerta." Y me esperaba con su paraguas abierto y al decirle que mi paraguas había desaparecido, que algún payaso de mis compañeros se lo había llevado tranquilamente, ella dijo que tenía la clase siguiente, que nos diéramos prisa porque llegaríamos tarde. Que me resguardara en su paraguas hasta llegar al instituto. Qué marrón más grande. Ir yo tan alto y corpulento a su lado, que me iba saliendo del paraguas; sin hablar una palabra y pensando que me echaría la bronca por mi comportamiento en la clase. Cuando más desvalido estaba ella no hizo nada de lo que yo esperaba. Me fue diciendo amablemente que iría a la clase a preguntar si alguno había cogido, por equivocación, mi paraguas. No estaba enfadada y su tono era de preocupación por mi dichoso paraguas. LLegamos empapados y algunos profesores nos dijeron que íbamos como sopas. Menos mal que no me vieron mis amigos resguardado en el paraguas de la profesora. Se hubieran partido de la risa. Ya lo que me faltaba. Por fin, en la clase, se descubrió que Agustín se había traído mi paraguas, es verdad, sin mala intención, porque eran muy parecidos. Yo diría que idénticos, aunque el mío estaba más gastado y con una varilla un poco torcida. El pobre de Agustín pedía permiso angustiado a la profesora para ir a buscarlo al polideportivo. " Es que mi madre me la lía, si después de comprarme ayer ese paraguas, hoy me presento sin él ; no quiero ni pensar en la que se arma en mi casa."

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