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Cochambre inaudita: 21/01/07

lunes, enero 22, 2007

El examen sin hacer.

Cuando las cosas se tuercen, se tienen que torcer pero bien. Me había tenido que pasar todo el fin de semana estudiando como un imbécil y ahora la profesora no venía a clase. Esperar esperamos un buen rato entre el jaleo normal ante un examen, pero todo dispuesto para empezar a escribir todo lo que me había aprendido a trancas y a barrancas en ese interminable fin de semana del demonio. Me pareció extraño que no llegara con sus folios cayéndose por el pasillo, metiéndonos prisa para empezar el examen y todo lo que acostumbra ella y algunos como ella. Son calcaditos, los pobres. Nada. Que seguíamos con el barullo, con las bolas de papel volando por encima de nuestras cabezas, con el borrador dándose contra la pizarra y allí no llegaba nadie, pasados cinco minutos, todas las demás clases apaciguadas ya. De repente, llegada de un profesor que no conocía nadie, por el respeto repentino que impera en el aula. " No vais a tener clase porque la profesora está enferma y no va a venir hoy". Era nuevo en el instituto, porque no se esperaba el sobresalto al oír nuestra expresión de alegría, una vez aflojada esa tensión ante el inevitable examen. Se puso el nuevo como un energúmeno y nos dejó de piedra a todos por igual, hasta a la repelente delegada de curso que tampoco se esperaba esa actitud del profesor de guardia al que ya iba a pelotear para que nos dejara usar internet en esa hora. No se levantó del sitio pero ya iba a lo que va siempre, a rogar para que nos dieran permiso. Quedamos todos en suspenso y nadie miraba más que los libros de encima de la mesa. Nos pusimos a estudiar cualquier cosa. Yo no me iba a pasar más horas preparando un examen que ya me había empachado bien durante un largo fin de semana. Y me pasé una hora eterna garabateando en la hoja final de un cuaderno, sin hacer absolutamente nada, si exceptuamos que de hito en hito miraba a aquel ser que nos había pegado el bocinazo. Desde fuera tal vez era respeto, pero lo que estaba pensando de su ridículo peinado estilo afro, no lo adivinaría el muy estúpido ni en un millón de años.

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