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Cochambre inaudita: 02/04/06

lunes, abril 03, 2006

Casi dieciséis años.

Él no quería hacer nada en las clases. Se diría que abandono escolar en todas las asignaturas. Se había negado en redondo y que no y que no iba a sacar un libro de su mochila. Fueron inútiles las charlas, los consejos, las recomendaciones para que intentara hacer algo,para evitar tantas horas desperdiciadas. Era repetidor y pronto iría a cumplir los dieciséis años. Al final, un buen día, de buenas a primeras dijo que escribiría sobre un tema, el que fuera. Ella abrió sorprendidísima los ojos resultando cómica a más no poder. También quería quitar hierro al asunto y no lo tomaba como una claudicación, sino como un entrar en razón por parte del alumno. Le felicitó y le animó a integrarse en la clase, con los demás, le cambiaría de sitio...Dijo que no, que él estaba muy bien en su sitio, sin molestar a nadie y escribiendo sobre lo que sabía; nada más que escribir y que le corrigiera las faltas de ortografía. No deseaba aprender nada más. Con eso se tendría que conformar, de momento. Ella dijo que bueno, que si lo quería así, que más valía eso que nada. Le propuso varios temas posibles para sus relatos y al final salió el que más deseaba tratar: sus entrenamientos diarios de fútbol. De eso sabía bastante y no se cansaría de escribir. Cada día, mientras los demás alumnos recibían una información puntual sobre los distintos contenidos del programa de lengua y literatura, él se dedicaba a coger un folio en blanco y un bolígrafo y empezaba a explicar paso por paso en qué había consistido su sesión de fuerza, de flexibilidad, de resistencia o de velocidad en la tarde anterior. Contaba pormenorizadamente cada ejercicio efectuado y aderezaba la explicación con alguna maldad de las que le hacían a algunos compañeros de fatigas, y que inevitablemente descubría el entrenador y castigaba a los culpables a dar vueltas, las que fueran, al campo de fútbol. O bien ese entrenador les obsequiaba con una buena tanda de flexiones de brazos, abdominales, lumbares,que los dejaban como nuevos en espíritu, pero baldados en su cuerpo mortal. Esos relatos se convirtieron en una terapia para él. Ya no escuchaba a nadie en las clases, y eso que algunas veces la algarabía era tremenda; sobre todo cuando encendían el ordenador para utilizar el Google. Ni eso ya le llamaba la atención: seguía en su mundo, allí al fondo de la clase, recordando las distintas peripecias de sus amigos y suyas cuando se iban a competir por los distintos pueblos. Ya en su mundo, enjuiciando, contando, describiendo, explicando,preguntándose cosas y sonriendo maravillosamente con esa frescura de sus casi dieciséis años.

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