La tutora.
Se presentó al grupo que le habían asignado y estuvo hablando una media hora. Era la presentación del curso escolar y tenía que seguir un guión establecido desde Jefatura de Estudios, no fuera a olvidar las cosas elementales que todo alumno debería saber o, al menos , recordar de cursos anteriores en el mismo centro educativo. No dejaba de mirar atentamente a ambos lados de la clase, mientras se paseaba por el estrecho pasillo que la dividía. Qué grupo tan variopinto: unos habían crecido mucho desde que los conociera cursos atrás; otros seguían achaparraditos con esa cara tan graciosa; los granos abundaban; las pieles aterciopeladas también; algunos kilos de más en aquellos alumnos que sabía que odiaban la educación física la hizo pensar que allí tenía trabajo por delante ; las niñas muy comedidas y atentas; los niños del fondo de la clase metiendo bullicio a cada cosa que comentaba ella. También allí tendría que emplearse a fondo en la doma vaquera de aquéllos. El horario escolar fue lo primero que escribió en la pizarra. En un periquete colocó el nombre de la asignatura, el día y la hora. Mientras ellos (vocifererando quién les iba a dar Sociales y Lengua) escribían, ellas cuchicheaban y se sonreían. La tutora no queriendo prolongar esa primera presentación les fue diciendo que ya verían al día siguiente al resto del profesorado. Fue nombrando y mientras leía sus nombres y apellidos, los de atrás no hacían más que comentar cosas acerca de unos y otros. Ella se encaró con ellos y les pidió una cosa elemental, que guardaran silencio mientras estuvieran allí y que si tenían algo para comentar que no lo hicieran como los salvajes, sino guardando las formas, levantando la mano en turno de preguntas. Se quedaron desconcertados y guardaron silencio. Entraron en razón hasta el momento de abandonar el aula. Por el pasillo, ya lejos, todo eran empujones, griterío soez entre ellos y avasallamiento a las alumnas. Ella se tuvo que resignar ante lo evidente: la labor de tutoría le iba a dar más trabajo que todas las horas de clases juntas. Pero le había tocado en premio ese curso y así se lo tendría que tomar. Falta de empeño en la tarea no; solo que a principios de curso todo se hace un mundo, cuesta el doble, se ve cualquier nimiedad como una montaña y hace falta valor, como cantaba Radio Futura en aquellos días de su juventud.