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Cochambre inaudita: 13/11/05

martes, noviembre 15, 2005

Reincidente.

Le di el cuaderno de clase con lentitud mirándole a los ojos y diciéndole que me lo tenía que traer firmado por su madre-la única permanentemente interesada en él- ,y que tenía que hacer una redacción, como le había puesto en una hoja del cuaderno, sobre lo que más le gustara. Me lo tendría que enseñar el próximo jueves, durante la siguiente clase de Lengua como herramienta de aprendizaje-una asignatura optativa de 2º de la ESO. Él respondía a todo cabizbajo y no quería que le contara más milongas. Tiraba del cuaderno con impaciencia y quería salir escopetado a su sitio. Por fin dejé escaparse al gorrión y vi cómo se acercaba a su mesa, la penúltima fila de la clase de 2º C. Me llamó la atención lo dispuesto que se había mostrado ante la fotocopia que le había dado para que la rellenara haciendo uso del ordenador, de internet. Tenían que entrar en la web de la Real Academia Española y buscar tres acepciones de una serie de palabras. Primero preguntó lo que era eso de "acepciones" y se lo expliqué en voz alta desde mi sitio,la mesa del profesor, confiando en que los demás se enteraran de su significado. No fue así, me lo preguntaron sucesivamente diez alumnos más, cuando llegaban al ejercicio en cuestión. Al alumno número diez, reconozco, le di una explicación un poco más displicente y con menos amabilidad, le recordé que hay que escuchar de vez en cuando lo que se dice en voz alta para todos. Me puse a pasear por la clase y no daba crédito según me iba acercando al pupitre de él. ¡No estaba jugando tranquilamente a un juego de fútbol! -Pero, ¿se puede saber qué haces en esa página web? ¿jugando y sin hacer los ejercicios que os he mandado? Vamos, apaga inmediatamente. Muy avergonzado, como otra vez que le había pillado, a principio de curso, cerró el programa y se dispuso a seguir con la RAE. -Nada de eso, vas a buscar las palabras en tu casa, en el diccionario y me traerás la ficha el próximo día. No protestó como la vez primera; se limitó a recoger sus cosas en cuanto que vio que quedaba un minuto. Se quedó en silencio y yo me fui a mi sitio moviendo la cabeza. Le tendría que rellenar una "incidencia" al reincidente. El libro de incidencias, donde anotábamos los partes a los alumnos por hacer algo no apropiado en clase, estaba allí abierto por, casualidades del destino, su nombre y apellidos.

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