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Cochambre inaudita: 18/09/05

sábado, septiembre 24, 2005

A las cuatro de la tarde.

Tocaron al portero automático y nadie iba a abrir. Ella estaba tendida en la cama y parecía que a años luz. Había oído lejanamente el timbrazo, pero no se había movido un ápice de la postura de agarrada a la almohada, con los ojos cerrados y la mente abotargada del sueño de la siesta. ¿Qué hora sería? ¿Quién podía venir con este calor y a estas horas? ¿Es que nadie iba a contestar a la llamada? Salió de su trinchera a enfrentarse cansinamente con el enemigo más inoportuno del mundo. "Vamos, que no tendrá otra hora para venir de visita o lo que sea. Como sea un vendedor de algo. Se va a tragar la enciclopedia. O esas encuestas estúpidas y sin venir a cuento. No quiero colchones ni del mismísimo látex. Será posible que no dejen descansar a una profesional que ha estado de guardia en Urgencias y que no coge el sueño ya a ninguna hora del día. Es un crimen esto". Iba refunfuñando por el pasillo hacia el telefonillo de la cocina y se encontró con que ya habían abierto y la persona que fuera subía escaleras arriba. Ella se dirigió oportunamente al cuarto de baño a recomponerse el peinado, que parecía un nido de una cigüeña o poco más. Oyó como su marido la llamaba insistentemente para que atendiera al recién llegado. Era para ella la visita del inoportuno visitante. ¿Quién podía ser? No esperaba nada, ningún pedido, nada de nadie. No sería un telegrama. Qué horror. Eso no podía ser, se lo habría dado a su marido..."Bueno, no nos pongamos en lo peor y salgamos a ver quién es el guapo que viene a estas horas a darme la tabarra".

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