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Cochambre inaudita: Los niños jugando solos.

miércoles, agosto 31, 2005

Los niños jugando solos.

Desde el balcón del hotel disfrutaba de dos vistas que me quitaban de vez en cuando la atención del libro: una ,era la vista hacia la derecha que más me relajaba, el ir y venir de las olas en la playa; otra, la visión de un jardín de una villa a la izquierda, con un césped muy bien cuidado, una piscina pequeñita y unos niños entrando y saliendo de ella. Me había sentado a leer en esa hora de la siesta en que no tenía sueño mientras los demás dormían. Hacía fresquito porque había llovido y era maravilloso estar allí aspirando esa brisa del mar. Me concentré durante unas pocas páginas en la historia narrada y no necesitaba nada más. Estaba encantada de estar allí, en ese momento. Relajada, de buen humor, sensible a la belleza del entorno. Si miraba a la derecha y dejaba vagar mi mirada a lo lejos, en ese azul grisáceo sentía que mis pensamientos se irían lejos, navegando por esas aguas color cobalto, sin detenerse, como con prisa por llegar a alguna parte sólida y gritasen un "tierra a la vista" a modo de conquistadores de otros mundos y otras gentes. Pero vuelta a la lectura tras el paréntesis contemplativo y de ensoñación giré la cabeza tras oír unos gritos de bebé semejante a los de mi hija cuando se caía inesperadamente en el parque y que gemía de dolor y desconsuelo. -Venga,Sebas, agarra a tu hermano que se ha pegado un trompazo con el triciclo. -¿Qué te pasa, chiquitín, qué pasa, mi niño? -Anda, déjame a mí, ven con tu hermano mayor. -Si nadie le ha hecho nada, es que se ha chocado con este flotador... Eran cuatro niños que andaban jugando en bañador por el césped. Dos como de cinco o seis años, un tercero de aproximadamente nueve. El que se había caído del triciclo tendría unos dos años o quizás menos. Allí nadie salió a ver qué pasaba. La casa estaba cerrada a cal y canto. Los niños en el jardín y la piscina a unos metros. -Sebas, ¿vienes a bañarte? -No, tengo que vigilar a Dieguito, que el pobre se acaba de hacer un chichón. -Pues por eso, échale agua de la piscina. - No, deja, id vosotros. -¿Se pasa, Diego? ¿A que ya no duele la cabeza...? "Sana sanita, culito de rana" El niño cogido en brazos se reía y cuando su hermano le hacía alguna tontería, imitaba caras graciosas o le hacía cosquillas se carcajeaba y volvía a querer subirse en el triciclo. Me reía yo también y seguía los juegos de los otros dos en la piscina y los veía tiritar cuando andaban corriendo uno tras el otro para secarse. Los dejé en esa guisa cuando las mías propias empezaron a dar señales de vida: una llorando asustada por algún mal sueño de la siesta. La otra diciendo que cuándo nos íbamos a bañar a la playa, que ella quería bañarse ya. Entre consolar a una y quitar a la otra la tontería de ir a la playa, casi lloviendo, se me olvidaron los otros niños jugando solos.

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