Son días de llantos y crujir de dientes.

Cuando yo estudiaba en el colegio, en el instituto, o en la universidad estos días de Junio eran en sí un poema. Un poema sobre la desolación: siempre con miedo ,nervios, amargura ante las calificaciones. Unas muy buenas y otras menos buenas que hacían que me lamentara como un Jeremías ,por no haber apretado más en esas asignaturas que se me resistían. Nunca estaba contenta con el resultado obtenido. Y siempre me echaba irremediablemente la culpa de los logros. Me venía a la mente el día del examen en cuestión, cómo estaba yo, qué esperaba sacar de nota cuando hablaba en mi casa del mismo... y daba por bueno lo que me pusieran. Algo habría visto el profesor o profesora en mi examen que le obligara a puntuarlo de esa manera. ¿Conformista? No sé, tal vez yo era muy consciente de mis terribles despistes y de mis limitaciones o escasa predisposición por alguna materia. Lo aceptaba sin demasiadas zarandajas. Pero el día "de las notas", ese se volvía triste y lleno de melancolía por lo que pudo ser y no había sido...